Hijo de Lorenzo Rodrigo Caballero, ayudante de infantería y de origen vizcaíno, y de Manuela Navarro-Casete Ortuño. Al parecer, vivió en un ambiente de artistas y pintores propicio al nuevo arte de la fotografía, aunque sus primeros pasos sean muy oscuros. Aprendió el oficio en Valencia y Barcelona (últimos años de la década de los 50 y 1862-63), teniendo como maestro principal al fotógrafo francés Leopoldo Rovira. Se establece en Lorca en la década de 1860-70, posiblemente, en asociación con el pintor Rebollo, centrándose en retratos, paisajes urbanos y rurales y una amplia galería de retratos de personajes populares y oficios. En 1873 realiza una veintena de fotos de la Cartagena cantonal sitiada.

      Entre 1874-84, por encargo de sociedades mineras de la cuenca del Almanzora, en particular por el director de El Minero de Almagrera, pasa una larga temporada establecido en Cuevas y Vera, fotografiando las mayoría de las explotaciones mineras de Sierra Almagrera, Pinar de Bédar, Herrerías, Garrucha, Palomares, Jaravía, en especial, y los de todo el levante murciano hasta Mazarrón, con reproducciones a gran tamaño (24 x 30 cm). En Cuevas, Vera y la corta estancia en Almería, al socaire del despegue económico sin precedentes, abre una galería de retratos para las familias pudientes; se traslada a Garrucha en época estival para continuar el negocio; hace vistas de ciudades, de escenas costumbristas y, sobre todo, de las modernas comunicaciones: puentes de carreteras y ferrocarril y puerto de Almería; además, se relaciona con ingenieros, arquitectos y sociedades comerciales y explotadoras de mineral. Este inmenso trabajo en tierras almerienses contribuyó a sacarlo de su condición de “retratista” para incluirlo en la de “artista fotógrafo”. También aquí se casaría con Nieves Galiano Ortega y tendría a su único hijo: Lorenzo (1881).

      Posteriormente (comienzos de los 80) vuelve a Lorca y allí vive hasta 1916. Abre un taller, fotografía a la alta y media burguesía, pero también, merced a su buen hacer y competencia, populariza el retrato; trabaja en el libro sobre Murcia y Albacete, de Amador de los Ríos (Barcelona, 1887); inmortaliza a personajes populares y las procesiones de Lorca; participa en la muestra regional de 1900, donde fue premiado junto con otros relevantes fotógrafos de otras ciudades españolas. Su interés profesional le hará estar abierto a los avances científicos y a diseñar, él mismo, instrumentos y técnicas para mejorar la fotografía. A raíz de la muerte de su hijo (1909), entonces brillante ingeniero, decae enormemente su actividad, mermada por la edad.

      Sus imágenes constituyen hoy un documento excepcional para el conocimiento de la segunda mitad del s. XIX, en el Sureste español, habiendo sido objeto de estudio, exposiciones y divulgación tanto en Lorca como en Almería. Concretamente, en nuestra ciudad se celebró una magna exposición en 1991 que, con el título de “El siglo minero”, mostró públicamente una espectacular selección de sus fotos tomadas en tierras almerienses, cuyos originales están depositados en el Fondo Cultural Espín, de la CAM, en Lorca.