María JOVER GREPPI


JOVER GREPPI, María (Almería, 1832 - Almería, 1907). Marquesa consorte de Cabra.


Jover Greppi, María (Almería, 1832 - 1907). Marquesa consorte de Cabra


De rancios apellidos almerienses, levantinos e italianos, vino al mundo en 1832 y falleció el 28 de julio de 1907 en su casa-palacio de las calles Arráez/Reina/Milagro, ocupada actualmente por el Archivo Municipal “Adela Alcocer”. Alfonso XII nombró a su esposo, Martín Belda y Mencía, I marqués de Cabra; sin embargo, el oscuro político egabrense ni lo construyó, ni lo habitó, ni gozó de su propiedad.
       
Dada la juventud y belleza de María Jover, instalada en Madrid donde cultivaba su educación, el futuro marqués puso en ella los ojos del deseo matrimonial. El padre, José Jover y Giral, consideró el arrebato amoroso una treta para acceder al patrimonio familiar. Desoyendo su consejo, los esponsales se celebraron en noviembre de 1850; oficiando la ceremonia el cardenal de la diócesis matritense y de padrinos la “señora de Sevillano” y Luis Sartorius y Tapia, conde de San Luis. En palabras del biógrafo de Martín Belda, la felicidad de los desposados naufragó precipitadamente: “La dicha conyugal no duró mucho. Después del pronto nacimiento de un hijo, que murió infante, Martín y Mariquita rompieron sus relaciones; y aunque no se anuló el matrimonio de hecho, hasta el final de sus días mantuvieron vidas separadas”. Además de la desatención marital, la recatada e inexperta esposa era ajena al sofisticado ambiente de la Corte.

Consumada la ruptura regresó a Almería, refugiándose hasta el final de sus días en el domicilio paterno. Su vida discurrió alejada de las diversiones que la burguesía local frecuentaba. En cambio, hubo de sufrir un trágico suceso: el hundimiento del inmueble de la calle Arráez. El 9 de febrero de 1879 la cúpula central cedió, precipitándose sobre la estancia en que se hallaba su madre, hermano, la esposa de éste y una sirvienta. Los cuatros cadáveres fueron rescatados de entre los escombros.

Murió cuando contaba setenta y cinco años de edad y recibió sepultura en el cementerio municipal de San José, en la bóveda de su prima Carmen Jover. Testó notarialmente y no dejó descendencia. Salvo una mala gestión de sus administradores o la excesiva generosidad de la que hizo gala, sorprende la precaria situación económica de los últimos años pese a la fortuna heredada de sus padres. El óbito tuvo el escaso eco de una gacetilla en prensa y una esquela necrológica de las Puras, a cuyo vecino convento acudía regularmente. El campanil mudéjar dobló a luto toda la mañana.




Sevillano Miralles Antonio





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