Pocas personas han despertado en Vera un sentimiento de admiración tan unánime como el maestro Juan Miguel Núñez Martínez. Don Juan Miguel (como todo el mundo lo conocía) regresó a Vera como Maestro Nacional, tras breve paso por la barriada sorbeña de Gafarillos. La enseñanza en los pueblos de la España de posguerra era muy distinta a la actual. La mayoría de niños no iban a clase y ayudaban a sus padres en tareas del campo. Don Juan Miguel se propuso elevar el nivel cultural de Vera. Allí sólo existía el parvulario de las monjas y un colegio estatal. Eran los difíciles años 40. Los niños eran cosa de don Juan Miguel. Los cogía a los seis años y los preparaba para ingreso de bachillerato, con 11 o 12 años. Impartía las clases en su propia casa, en la calle Mayor, junto al Museo.
El examen de ingreso no se podía hacer en Vera, por lo que, al finalizar el curso, el propio maestro se encargaba de llevar a sus alumnos a Almería o a Lorca para la citada prueba. El viaje era una aventura. Iban en una camioneta, con unas tablas en los laterales para sentarse. Debían llevar tintero, pluma, palillero y falsilla, la comida y una botella de agua. Estaban el día entero con exámenes escritos y orales y, de noche, regresaban a Vera. En este punto debía finalizar la labor de don Juan Miguel. Sin embargo, a quienes veía con especial capacidad para seguir estudiando, les daba clases para prepararlos para el examen de reválida. Justo es destacar el apoyo que en todo momento gozaba de su mujer, doña Carmela Batlles, también Maestra Nacional, que impartía clases a las niñas.
La labor cultural de don Juan Miguel no se limitaba a la docencia, puesto que intervenía en todos los actos culturales que se celebraban en Vera. Los programas de fiestas de cada año llevaban siempre artículos suyos. Fue muchos años corresponsal de La Voz de Almería. Pocas personas en Vera tenían su nivel cultural. Conocía como nadie la historia y las tradiciones de la localidad. Dicen sus antiguos alumnos que sus clases eran muy amenas, las impartía con gran dedicación y muy asequibles a los niños. Se jubiló a la par que su mujer, doña Carmela, el 25 de enero de 1980 y falleció siete años después, el 10 de enero de 1987.