Si estas entradas biográficas se acompañasen de banda sonora, la suya sería la Sinfonía del Nuevo Mundo, de Dvorak, sintonía del “Ustedes son formidables”, exitoso programa nacional de Alberto Oliveras, con el que asiduamente colaboraba desde Radio Almería. Aunque Álvaro Manuel Cruz López, que era su nombre completo, era el menor de dos hermanos, su buen hacer radiofónico opacó con frecuencia el trabajo de Francisco, “Curri”, que era el mayor (Melilla, 1932 - Almería, 2010) en la permanente labor comunicadora de ambos, en ocasiones coincidentes en el mismo medio.
Pese a nacer en la ciudad autónoma norteafricana el 1 de enero de 1935, Pototo se consideró almeriense cabal desde el punto y hora en que el vapor “Antonio Lázaro”, que cubría la línea melillense, cruzó la bocana del puerto con él en brazos de su madre (viuda de militar) para avecindarse en la calle Solís. Y siguió haciendo gala de almeriensismo desde sus tiempos de estudiante en el colegio de Huérfanos del Ejército de Madrid.
De regreso a la ciudad realizó prácticas en Radio Juventud previas a su ingreso profesional (septiembre, 1960) en Radio Almería, jubilándose finalmente en la cadena Cope. Francisco Moncada le dedica un capítulo del libro “Historia de la radio”, en el que además de repasar aspectos puramente profesionales (compañeros, programas) en las tres emisoras mencionadas, destaca su simpatía y don de gentes. Su versatilidad le permitió elaborar editoriales y columnas de opinión, pero era cara al público, en contacto con el oyente, donde realmente daba lo mejor de sí mismo.
Álvaro ostentaba el tratamiento de Iltmo. Sr. ya que a finales de septiembre de 1972 el entonces gobernador civil le impuso la Cruz de Beneficencia, en premio a la campaña realizada a través del dial en favor de las víctimas del incendio, por manos criminales, de una droguería en la céntrica calle Gerona. Y la medalla de plata de Cruz Roja Española en reconocimiento a una dilatada trayectoria en la institución en la que ocupó diferentes cargos de responsabilidad. Una muestra más de su participación social y popular la constituyó su vínculo con el flamenco: el Festival de Cante agosteño le requirió en distintas ediciones para presentarlo en la Alcazaba o plaza Vieja. Igualmente, la devoción al Cristo del Escucha y a la Soledad de Santiago se convirtió en parte irrenunciable en su vida semanasantera. Una vida que se extinguió, ya retirado en Aguadulce, el 12 de diciembre de 2012.