Juan Fernández Marín nació en Purchena el 6 de enero de 1913, en el seno de una familia humilde. De salud débil en su infancia, una promesa, si sanaba de una larga enfermedad, le llevó al seminario de Almería y posteriormente al de Granada. Tras realizar los correspondientes estudios de teología se ordenó sacerdote el 10 de mayo de 1942. Su primera misa la cantó en su Purchena natal, pasando a los pocos meses a desempeñar su labor en Albanchez. Allí permaneció de cura durante 6 años.

       El hecho que marcaría toda su vida se produjo en septiembre de 1949: es nombrado párroco de Vera por el entonces obispo de Almería, Alfonso Ródenas. Su humanidad y su sabiduría pronto calaron, no sólo entre los veratenses, sino en varios lugares limítrofes. Ello le llevó a ser nombrado en 1956 arcipreste vitalicio de todas las parroquias de Vera.  
       
       Las puertas de la casa parroquial siempre estaban abiertas a cualquier transeúnte que, de paso por Vera, no tuviera donde comer o dormir. A cambio, les perdía pequeños trabajos de limpieza, pintura o agricultura. En su puerta nunca había ningún letrero que anunciase el horario de atención parroquial, pues prestaba ese servicio las veinticuatro horas del día. Algunas noches lo despertaban para dar la extremaunción y a veces, no teniendo vehículo en el que desplazarse, lo hacía a lomos de una mula.

       Pero no sólo destacaba Juan Fernández Marín por su enorme calidad humana, sino también por su amplia cultura. Fue profesor de religión del instituto de Bachillerato y durante varios años director del centro y del internado, en el que se hospedaban estudiantes de pueblos lejanos. Un infarto hizo que su capacidad de trabajo disminuyera. Por ello en 1987 se nombró otro cura para la parroquia. Una placa que le entregó el ayuntamiento en un homenaje que le dedicaron, dice: “Por su total entrega y abnegación durante 40 años como párroco de Vera”. Falleció en febrero de 1992, siendo un ejemplo evocador de un tipo de sacerdote rural que ya no puede volver.