Hijo mayor de acomodados comerciantes de la localidad, la influencia de su tío materno, párroco de Berja, le inclinaría a ingresar en la Compañía de Jesús. Tras ordenarse en Granada y realizar diversas tareas religiosas, fue destinado a Filipinas, en donde cultivó la docencia y la investigación en la universidad de la capital. Destacables fueron sus estudios en meteorología, inventando el barómetro aneroide que lleva su nombre. Además de ser fundador del Observatorio de Manila, corresponde a su mérito haber sido el primero en analizar la formación, movimiento y trayectoria probable de los tifones de los mares de China. Destinado más tarde a la universidad jesuítica de Quito para ocupar una cátedra, nuevamente sobresaldría en la comunidad científica ecuatoriana. Fue decano en la Facultad de Filosofía y Letras y miembro de la Junta de Administrativa, máximo órgano de gobierno de aquella institución. En su faceta religiosa resaltó sobremanera como un magnífico orador, siguiéndose sus sermones por la multitud quiteña. A su muerte, el gobierno ecuatoriano levantó una estatua en su honor en la capital del país.