Petra ÁLVAREZ RODRÍGUEZ


ÁLVAREZ RODRÍGUEZ, Petra (Almería, 1920 - Almería, 2013). Militante antifranquista.


Nacida en el barrio obrero de El Diezmo en 1920, la almeriense Petra Álvarez perteneció a una familia numerosa dedicada al cultivo de las flores, el comercio en la plaza de abastos y la pasión política. Pronto se rebeló contra las monjas que la custodiaban y demostró que estaba tan alejada de las ideas religiosas como unida a las nuevas consignas de la República y el librepensamiento. Aunque pronto hubo de abandonar los estudios para cuidar de sus hermanos menores, fueron sus hermanos mayores, de simpatías anarquistas, Carmen Álvarez, junto con Rafael, Paquita y Elvira, los que inspirarían su temprana militancia antifascista. Tan cercana a Tierra y Libertad, como al Mundo Obrero, que repartía ella misma, mantuvo la equidistancia entre la Unión de Muchachas antifascistas, vinculada al Partido Comunista, y las Juventudes Libertarias, a las que también pertenecía su amiga Encarnita Magaña, fusilada en 1942.

Durante la Guerra Civil acudió al frente de Jubiles a llevar comida a los milicianos, pero las auténticas penalidades comenzaron para los suyos al término de esta. En 1939 les incautaron su vivienda y su hermano Rafael, afiliado a la FAI y voluntario del “Batallón Floreal”, fue ajusticiado con poco más de 23 años en las tapias del cementerio de Almería. Para entonces, su hermana Carmen ya había sido apresada y partía hacia el exilio en América. Otras tres hermanas presas, una cuñada y un pequeño murieron por los efectos del hambre, como su propia hija, a la que perdió con 14 meses estando sola como la una, en el fatídico año de 1941. Pero Petra, obligada incluso a pedir limosna para sobrevivir, no cejó en sus ideales y siguió divulgando entre conocidos y presos políticos los comunicados de la BBC sobre la marcha de la Segunda Guerra Mundial, ese “parte inglés” por el que se procesó a más de cien jóvenes idealistas. Desde entonces, la persecución de la Guardia Civil y la Falange fue constante, obligándola a comparecer en el cuartel y sometiéndola a castigos de todo tipo por su actitud desafiante y conducta impenitente. Rapada, como su madre, paseada para simular su fusilamiento, torturada, pero con el orgullo intacto, Petra Álvarez sirvió en varias casas, estraperló y robó la comida de los animales para alimentar a quienes le quedaban vivos.

Cuando la situación comenzó a recomponerse, volvió a la clandestinidad para distribuir el Mundo Obrero y servir de enlace a algún preso político de la cárcel Modelo en Barcelona. Más allá de esas actividades que tanto la comprometían, su resistencia a la dictadura se mostró también con gestos cotidianos como negarse a venderle flores a la Sección Femenina para sus cruces de los caídos. No fue hasta el tardofranquismo cuando se vinculó con su hermano Alberto al Partido Comunista y pudo llevar, ya sin reservas, un ramo de rosas rojas hasta el cementerio Civil de Madrid, donde darían el último adiós a Pasionaria.

 





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