Aquella Vera de finales del siglo XIX en la que nació Miguel Giménez Campoy bien poco tenía que ver con el gran pueblo que hoy es. Tanto es así que nuestro protagonista tuvo que emigrar a Sudamérica sin apenas saber leer ni escribir. Su padre era alpargatero y a ello se dedicó él en Argentina y Chile. Pero regresó a Vera y en 1920 abrió un taller de alpargatas en la plaza de las Verduras.

Poco a poco fue ampliando la gama: zapatillas, botas, sandalias, colegiales, katiuskas… todo ello elaborado por mano de obra veratense. Hasta 300 trabajadores llegó a tener su fábrica de calzado a principios de los años sesenta que producían dos millones de zapatos al año. Bien económicos resultaban, ya que se elaboraban con los trapos que los jaraperos recogían en los antiguos cortijos de la comarca. Llegaron incluso a tener su propia marca registrada: MGC, las iniciales de su nombre.

La sirena de la fábrica despertaba a la siete de la mañana a toda Vera y los trabajadores se dirigían perezosamente al pago de San Antón, donde estaba la fábrica. Había dos turnos: uno se encargaba de las gomas para las suelas y otro del cosido de la lona o la piel.

Estados Unidos, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Finlandia o Australia recibían calzado de Miguel Giménez. En los años 50 y 60 era la primera empresa de la provincia en exportaciones. Incluso llegó a tener su propio equipo de fútbol, que rivalizaba con otros equipos de empresa de Almería en partidos memorables. Jugaba en el campo donde hoy está la Terraza Carmona. Los hermanos López Garrido, Pedro Baraza, los Curros, Camacho, Vizcaíno o los Marroquines eran sus estrellas.

Miguel Giménez murió el 18 de enero de 1966, de un ataque cardíaco, a los 76 años. Y la fábrica comenzó su declive. Las sucesivas devaluaciones de la peseta y los nuevos materiales provocaron que el calzado perdiera competitividad en mercados internacionales. Así, en abril de 1974, la fábrica echó el cierre, tras más de medio siglo de vida. Sólo sobrevivió ocho años a su fundador.