Leopoldo TORRES BALBÁS


TORRES BALBÁS, Leopoldo (Madrid, 1888 - Madrid, 1960). Arquitecto.


De todo lo que hizo el arquitecto madrileño Leopoldo Torres Balbás en Almería -escaso, pero salutífero- la pasión por retratar y describir el entorno de la Catedral fue quizá lo que más le ensimismó durante un tiempo. Era la tierra de su padre, el geógrafo Rafael Torres Campos, era la ciudad donde había visto por primera vez el mar y donde acababa de ser destinado como Arquitecto Conservador de la Alcazaba en esos días de 1929.

Tenía Leopoldo, considerado el padre de la restauración monumental española. Su despacho en la Alhambra de Granada, pero su nombramiento como preservador de los monumentos artísticos. Se correspondía con la Zona Sexta, que incluía los tesoros artísticos de las provincias de Málaga, Jaén, Albacete, Almería, Murcia y Alicante.

Contaba entonces 41 años y a su pasión por el arte y por los viajes, se unía un entusiasmo poco común por anotar con precisión en sus cuadernos de ruta, todo lo que veía y por retratar con su cámara fotográfica los lugares que tanto apreciaba y que después revelaba a partir de enormes clichés de vidrio.

La plaza de la seo almeriense fue uno de esos santuarios donde más se detuvo este arquitecto, uno de los más influyentes del siglo XX, en ese periodo de su vida en el que tenía que viajar de provincia en provincia, redactando proyectos, apuntalando soluciones para que los muros de la historia no se vinieran abajo. A la Alcazaba de Almería le dedicó horas y horas para preservarla de la ruina, para sostener sus murallas, para consolidar los torreones de ese legendario fortín moruno sobre la ciudad, pero el estallido de la Guerra Civil truncó su proyecto. Consiguió Balbás, no obstante, en 1934, que la Alcazaba pasara del Ministerio de la Guerra al de Instrucción Pública y se empleó a fondo para realizar obras de emergencia para el principal monumento almeriense que se encontraba en un estado lamentable y aprobó que se cerraran los recintos para impedir que siguiesen subiendo buscadores de tesoros que horadaban la estructura milenaria.

Pero, desde esas primeras visitas profesionales a la tierra de su progenitor, que él tan bien conocía. Además de subir por San Cristóbal para mirar desde lejos la atalaya musulmana, Leopoldo acostumbraba a detenerse en la plaza de la Catedral, a contemplar la altura de siglos de la piedra, aprovechando la luz de las mañanas para trazar dibujos y plasmar fotografías de sus aledaños.



León González Manuel





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